SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS DÍA 7

  Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia (cf. Jn 15, 5-9) Crecer en unidad «Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos» (Juan ...

 Permaneced en mi amor y

daréis fruto en abundancia (cf. Jn 15, 5-9)

Crecer en unidad
«Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos» (Juan 15, 5a)
 
1 Corintios 1, 10-13; 3, 21-23. ¿Está dividido Cristo?

 

Pero tengo algo que pediros, hermanos, y lo hago en nombre de nuestro Señor

Jesucristo: que haya concordia entre vosotros. Desterrad cuanto signifique

división y recuperad la armonía pensando y sintiendo lo mismo. Digo esto,

hermanos míos, porque los de Cloe me han informado de que hay divisiones

entre vosotros. Me refiero a eso que anda diciendo cada uno de vosotros: «Yo

pertenezco a Pablo», «yo a Apolo», «yo a Pedro», «yo a Cristo». Pero bueno,

¿es que Cristo está dividido? ¿Ha sido crucificado Pablo por vosotros o habéis

sido bautizados en su nombre?

Que nadie, pues, ande presumiendo de los que no pasan de ser seres humanos.

Todo os pertenece: Pablo, Apolo, Pedro, el mundo, la vida, la muerte, lo

presente y lo futuro; todo es vuestro. Pero vosotros sois de Cristo, y Cristo es

de Dios.

 

Jn 17, 20-23. Como tú y yo somos uno

 

Y no te ruego solo por ellos; te ruego también por todos los que han de creer

en mí por medio de su mensaje. Te pido que todos vivan unidos. Como tú, Padre,

estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros. De este modo

el mundo creerá que tú me has enviado. Yo les he comunicado la gloria con

que tú me has glorificado, de manera que sean uno, como lo somos nosotros.

Como tú vives en mí, vivo yo en ellos para que alcancen la unión perfecta y

así el mundo reconozca que tú me has enviado y que los amas a ellos como

me amas a mí.

 

Meditación

 

En la víspera de su muerte, Jesús oró por la unidad de aquellos que el Padre

le había entregado: «para que todos sean uno (...); para que el mundo crea».

Unidos a él, como el sarmiento a la vid, compartimos su misma savia que

circula en nosotros y nos revitaliza.

Cada tradición busca llevarnos al corazón de nuestra fe: la comunión con

Dios, a través de Cristo, en el Espíritu. Cuanto más vivimos esta comunión,

más nos unimos con otros cristianos y con toda la humanidad. Pablo denuncia

una actitud que ya había amenazado la unidad de los primeros cristianos:

absolutizar la propia tradición en detrimento de la unidad del cuerpo de Cristo.

Las diferencias se convierten entonces en divisiones en lugar de enriquecernos

mutuamente. Pablo tuvo una visión muy amplia: «Todos son tuyos, y

tú eres de Cristo, y Cristo es de Dios» (1 Cor 3, 22-23).

La voluntad de Cristo nos compromete con un camino de unidad y reconciliación.

También nos compromete a unir nuestra oración a la suya: «que todos

sean uno (...); para que el mundo crea» (Jn 17, 21).

Nunca os resignéis al escándalo de la separación de los cristianos que con tanta

facilidad profesan el amor al prójimo y, sin embargo, permanecen divididos.

Haz de la unidad del cuerpo de Cristo tu incansable preocupación.

La regla de Taizé en francés e inglés (2012) p. 13

 

Oración

 

Espíritu Santo,

fuego vivificador y aliento suave,

ven y permanece en nosotros.

Renueva en nosotros la pasión por la unidad,

para que podamos vivir conscientes del vínculo que nos une a ti.

Que todos los que nos hemos entregado a Cristo en el bautismo

nos unamos y demos testimonio de la esperanza que nos sostiene.

 

Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos

Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de Iglesia

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