SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS DÍA 2

  Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia (cf. Jn 15, 5-9) Madurar internamente «Permaneced unidos a mí, como yo lo estoy a v...

 

Permaneced en mi amor y
daréis fruto en abundancia (cf. Jn 15, 5-9)

Madurar internamente

«Permaneced unidos a mí, como yo lo estoy a vosotros»
(Juan 15, 4a)

Efesios 3, 14-21. Que Cristo habite en nuestros corazones

Por todo lo cual me pongo de rodillas ante el Padre, origen de toda paternidad

tanto en el cielo como en la tierra, y le pido que, conforme a la riqueza de su

gloria, su Espíritu os llene de fuerza y energía hasta lo más íntimo de vuestro

ser. Que Cristo habite, por medio de la fe, en el centro de vuestra vida y que el

amor os sirva de cimiento y de raíz. Seréis así capaces de entender, en unión

con todos los creyentes, cuán largo y ancho, cuán alto y profundo es el amor

de Cristo; un amor que desborda toda ciencia humana y os colma de la plenitud

misma de Dios. A Dios que, desplegando su poder sobre nosotros, es

capaz de realizar todas las cosas incomparablemente mejor de cuanto pensamos

o pedimos, a él la gloria en Cristo y en la Iglesia, de edad en edad y por

generaciones sin término. Amén.


Lucas 2, 41-52. María guardaba todas estas cosas en su corazón

Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén, a celebrar la fiesta de la

Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron juntos a la fiesta, como

tenían por costumbre. Una vez terminada la fiesta, emprendieron el regreso.

Pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo advirtieran.

Pensando que iría mezclado entre la caravana, hicieron una jornada de camino

y al término de ella comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.

Y como no lo encontraron, regresaron a Jerusalén para seguir buscándolo allí.

Por fin, al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo, sentado en medio de

los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Cuantos lo oían estaban

asombrados de su inteligencia y de sus respuestas. Sus padres se quedaron

atónitos al verlo; y su madre le dijo: —Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu

padre y yo hemos estado muy angustiados buscándote. Jesús les contestó:

—¿Y por qué me buscabais? ¿No sabéis que debo ocuparme de los asuntos

de mi Padre? Pero ellos no comprendieron lo que les decía. Después el niño

regresó a Nazaret con sus padres y siguió sujeto a ellos. En cuanto a su madre,

guardaba todas estas cosas en lo íntimo de su corazón. Y Jesús crecía, y con la

edad aumentaban su sabiduría y el favor de que gozaba ante Dios y la gente.


Meditación


El encuentro con Jesús da lugar al deseo de estar en él y permanecer en él: es

el tiempo en el que el fruto madura.

Siendo como nosotros, plenamente humano, Jesús creció y maduró. Vivió

una vida simple, arraigada en las prácticas de su fe judía. En esta vida oculta

en Nazaret, donde aparentemente no sucede nada extraordinario, era el Padre

quien lo alimentaba.

María contempló las acciones de Dios en su vida y en la de su hijo. Ella atesoraba

todas estas cosas en su corazón. Así, poco a poco, ella abrazó el misterio

de Jesús.

También nosotros necesitamos un largo período de maduración, toda una

vida, para sumergirnos en la profundidad del amor de Cristo, para dejar que él

permanezca en nosotros y para que nosotros podamos permanecer en él. Sin

que sepamos cómo, el Espíritu hace que Cristo habite en nuestros corazones.

Y es a través de la oración, de la escucha de la Palabra, del compartir con

otros y poner en práctica lo que hemos entendido, cómo nuestra interioridad

se fortalece.

Si dejamos que Cristo descienda a las profundidades de nuestro ser... Él penetrará

en la mente y en el corazón, alcanzará nuestra carne hasta nuestro ser más

íntimo, hasta que nosotros experimentemos algún día las profundidades de la

misericordia.

 

Las fuentes de Taizé (2000) p.134


Oración

Espíritu Santo,

haz que recibamos en nuestros corazones la presencia de Cristo,

y apreciarlo como un secreto de amor.

Alimenta nuestra oración,

ilumina nuestra lectura de las Escrituras,

actúa en nosotros

para que los frutos de tus dones

puedan pacientemente crecer en nosotros.


Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de Iglesias.

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